Comentario
Bajo el término expresionismo abstracto es habitual referirse a la nueva pintura que se hace en Estados Unidos en los años cuarenta, tomando los límites con amplitud (1942-1952, aproximadamente), a la forma que toma la abstracción en este país y, concretamente, en torno a la ciudad de Nueva York. Artistas como Jackson Pollock, Wilem de Kooning, Mark Rothko o Barnett Newman, entre otros, marcan los distintos caminos. Desde una tendencia fundamentalmente gestual y apasionada, basada en el gesto de pintar, como es la de De Kooning o Pollock, hasta otra más tranquila, resuelta en capas superpuestas de pinturas que crean muros de colores -Rothko-, o la geométrica, fría y plana de Newman que abre camino a la abstracción pospictórica o geométrica posterior.Se trata de una pintura no figurativa y que se aparta de referencias al mundo material, del que los artistas han quedado ya desengañados después de la Segunda Guerra Mundial.En un primer momento el expresionismo abstracto se vuelve hacia los mitos primitivos, como depositarios de las verdades universales que han sido traicionadas. Detrás están las ideas de Jung sobre el inconsciente colectivo, como la capa profunda del inconsciente en el que los hombres compartían un fondo común de experiencias, expresadas en esos mitos y manifiestos en el arte primitivo. El surrealismo, con su interés por el automatismo psíquico y el papel del azar en la obra de arte, es otra de sus raíces. Pero el surrealismo en su vertiente menos figurativa, de signos abstractos -organismos les llama Rothko, refiriéndose a su propia pintura- que flotan en un espacio indefinido.Y aunque nadie discute ya la paternidad del surrealismo con respecto al expresionismo abstracto, se trata de una entrega parcial y no total del padre al hijo, lo que hubiera acabado por agobiarle. "Debería estar ya claro -escribe Guibaudt- a estas alturas, que los malentendidos, los juegos de manos y la lectura selectiva del pasado jugaron un papel en el establecimiento de la vanguardia norteamericana...". Motherwell, por ejemplo, no aceptaba todo el surrealismo, sólo el automatismo plástico, no el psíquico, es decir, la parte menos virulenta y más artística, pero no las fuerzas destructivas del surrealismo: ni las tendencias instintivas o animales, ni el abandono al subconsciente, que para él era una forma de esclavitud. "Lo que más nos gusta de los (...) surrealistas no es su programa (..) sino sus innovaciones formales", escribía en 1944. Greenberg, que estaba radicalmente de acuerdo con él, iba aún más lejos y comparaba los experimentos surrealistas con los juegos decadentes de la alta burguesía -los ricos inquietos, los expatriados y los estetas de fin de semana-.Después de una primera etapa totémica, con una presencia fuerte de lo primitivo, a mediados de los años cuarenta, los expresionistas abstractos van eliminando las referencias figurativas (Moment, de Newman, 1946, Number I, de Pollock...) para quedarse en la pura ausencia de formas. Y cambian el formato de sus cuadros, utilizando en muchos casos una escala casi mural, que impacta por sí misma.Tanto el expresionismo abstracto como el informalismo europeo tienen en este cambio de escala uno de sus principios básicos. "Quiero cuadros muy grandes", decía González Robles en España, y Greenberg lo formulaba de manera más técnica en 1948: "Hay una urgencia persistente, tan persistente que es en parte inconsciente, en ir más allá de la pintura de caballete, que está pensada únicamente para ocupar un sitio en la pared, hacia una especie de pintura que, sin identificarse realmente con la pared, como el mural, se extienda sobre ella y reconozca su realidad física". Es el camino que recorren Pollock y Rothko y del que sólo saben salir los artistas de la generación siguiente.